DUO TOLOZA SANTA CRUZ : BANDONEÓN Y GARGANTA
Por: Carlos y Graciela Arancibia

Dos caminos y un mismo destino musical. En sus alforjas llevan el legado de los consagrados del chamamé. Los pájaros del pentagrama del bandoneón de Luís Santa Cruz, vuelan libres amparados en el cielo de la melodiosa voz  de Jorge Toloza quien fuera  cantante del conjunto de Damasio Esquivel, Abelardo Dimota, del Cuarteto Santa Ana con don Ernesto Montiel, y luego forma su conjunto “Purahjei”.  Ambos guardan en sus alforjas el legado de los consagrados del chamamé y han unido sus propuestas musicales desde hace 5  años  para formar este dúo con un bandoneón donde las notas van entrelazándose con el hermoso canto de Toloza.
Jorge-Mi historia con el chamamé comienza cuando Cristina Rojas, una buena cantora me escucha e insiste en que de debo perfeccionarme, entonces armé mi conjunto sin dejar de trabajar. En una sociedad de fomento lo conozco a Damasio Esquivel, quien me ofrece cantar en su conjunto. Lo pensé bastante y al final acepté, quedando estable en su orquesta. Éramos diez músicos en el escenario. Después con el tiempo conozco a don Ernesto Montiel y su cuarteto Santa Ana.
-¿Que representó para vos integrar el cuarteto?
-Un orgullo. Lo escuchaba desde pibe cuando hacía los deberes de la escuela, solía sintonizar los bailables de Radio El mundo, y todas las audiciones donde se presentaban. Sin desmerecer a nadie, yo pienso que ha dejado un sello importantísimo en la historia del chamamé. Montiel quería que sobre todas las cosas nadie hable mal del correntino, luchaba por que la vestimenta que se llevaba en el escenario sea la correcta, los músicos debíamos se r respetuosos, no quería que demos malos ejemplos. Cuidaba mucho nuestra imagen dentro y fuera del escenario.
-¿Qué diferencia encontrás en los nuevos conjuntos?
-Muchos, por ejemplo cuando uno canta seriamente el chamamé, al andar por los pueblos descubre que el paisano solo emplea el sapucay cuando le nace naturalmente, en la alegría, la tristeza, la pelea. Lástima que en los últimos tiempos está medio bastardeado por algunos nuevos conjuntos. Solo hay que recitar una glosa mal dicha para pegar el grito. Eso está mal. Nosotros venimos de una escuela donde Montiel decía –“Cada uno debe defenderse con las uñas que tiene, pero debe perfeccionarse”-El cuarteto en sí era Don Ernesto. Él nos llevó a actuar un tiempo en el Teatro Colón, a los mejores escenarios, a los programas de televisión de jerarquía como el de Blackie. Muy distintos a los de ahora que si no pagás no podes mostrar tu arte. Hace más de 40 años que me dedico a cultivar este género, aunque dejé un par de veces pensando que había cumplido mi ciclo.
-¿Qué te hizo pensar eso?
-Allá por el ´78 después de haber cantado en muchos lugares con varios de los máximos del chamamé, empezaron a cerrar negocios. Nuestras fuentes de trabajo. Había recorrido las peñas, después transformadas en boliches, luego en café-concerts. Era muy difícil porque el chamamé siempre fue considerado un género menor. Así que le aprendí a buscar la vuelta, ya que al decir canto chamamé me sacaban volando, les decía canto música del litoral, entonces los propietarios decían “-¡Ah! ¿Que lindo canta guaranias?”- De esa manera fui trabajando un poco hasta volver a mi trabajo de carnicero.  Dejé de cantar 3 veces, la segunda vez que lo hice, habíamos grabado un disco con Purahjei.
-¿Qué pasó con la incorporación del violín en la interpretación de chamamé?
-Fue muy resistido por los tradicionalistas. Ellos pegaron el grito en el cielo. Y se han olvidado que el chamamé comenzó con cuerdas como el arpa o violines. Aún no había bandoneones en esta tierra. No lo hice por capricho, sino por casualidad. Una tarde guitarreando en casa de amigos y su consuegro empezó a acompañarme. Al escuchar la grabación, me pareció hermosa la versión. Cuando un productor insistía en hacer un disco le puse como condición incorporar violín. Y así se hizo.
-Muchas composiciones musicales  y muy pocas  letras…
 
-Por ahí hice algún garabato, escribí algunas ideas con Mateo Villalba, musicalizo a Carlos Rodríguez, un autor impresionante que está dejando una cantidad de obras para el chamamé muy buena. No sé si la descubrirán esta generación, pero otras futuras seguro. Yo no sé escribir música pero hay amigos como Mateo que me ayudan. Alguna vez me plantearon los amigos porque no escribo un libro y yo les dije:-“Voy a empezar a escribir cuando me empiece a olvidar, cuando me falte esta vida de cantor que me ha llevado a conocer todo el país”.
Luís Santa Cruz, integrante de varias formaciones en sus 59 años de actuación, entre los que se destacan Los goyanitos, Edgar Estigarribia, don Emilio Chamorro, Raúl Barboza, Juancito el peregrino,
-Nací y me crié en Alto Verde, una isla enfrente mismo de Santa Fe. Mis inicios fueron ahí con el bandoneón junto a Roberto Galarza. He tenido el lujo de estar en varias importantes formaciones chamameceras o acompañando a grandes cantores como Julio Luján, Miguel Codaglio, Ramona Galarza. Mi papá tocaba en el bandoneón tangos, y por supuesto me influenció un poco, pero a Roberto Galarza y a mí nos gustaba el chamamé desde pibes,  un género que nos enamoró. Yo toco chamamé en el estilo de Isaco, Cocomarola, Montiel. Algo de ellos está incorporado en mi música, sino no sería chamamecero. Son referentes indiscutibles de nuestro litoral. Y todos los días aprendo algo de mi instrumento, aunque sea de un error al tocar una nota.
-¿Qué representa para usted su bandoneón?
-¡Ah! ¡Es mi mejor amigo! Como un hijo, una de las cosas que más quiero en mi vida, aprendí a sentir sus latidos en cada chamamé. Casi toda mi vida sintiendo entre mis manos el cielo del teclado.
-Cinco años de trabajo y dos discos “Bandoneón y garganta” volumen uno y dos.
-En este binomio que conformamos con Jorge nuestras veteranías no tienen las urgencias de la juventud. Yo pienso que es una de las mejores etapas, en donde el público nos demuestra constantemente su cariño, al dejarles desde el escenario la experiencia adquirida con los grandes de nuestro chamamé.
 
Musiqueros del tiempo, hacedores del alba
con los sueños despiertos, y afinando en mayor
más atrás fue camino, vemos luz adelante,
que se enciende en el fuelle, que ilumina mi voz.

 

          

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