LOS REFERENTES EN EL FOLKLORE : HEDGAR DI FULVIO
Por: Carlos y Graciela Arancibia

“En la vida las cosas que se cobran son para solucionar la necesidad, no la vanagloria de la fama”

Hace un tiempo cuando todavía Hegard Di Fulvio residía en Capitán Sarmiento lo hemos visitado en su casa. Hoy Córdoba lo cobija como uno de sus hijos más dilectos. Escritor de libros “Poemas de  señales” y “Trenzando parejo”. “Zambita para mi ausencia”, Mis changuitos así son”,”Chacarera pa’ las viejas,”chacarera de los novios”, “gallo calavera, “Yo soy de aquel pago pobre,”Taco-Yaco”, “Flor de tusca” son algunos de los títulos de sus casi 300 canciones.  Colaborador literario de la Revista Folklore, del diario “La voz del interior”, cancioneros populares, En su larga trayectoria ha sabido entrelazar su profesión de médico pediatra con el de cantor de nuestras tradiciones.

Nací en el establecimiento San Fernando, en los pagos de Carrilobos en la provincia de Córdoba, donde mis abuelos paternos arrendaban 320 hectáreas.  Los 9 colonos eran casi todos italianos, los Toloza, Ferretti, Rochetti.  El abuelo al ser muy creyente festejaba los santos de su familia y el 17 de enero día de San Antonio hacía una fiesta muy grande coincidiendo con la junta del maíz que se entrojaba, del alpiste, del mijo y el lino que se embolsaba, con toda la gente que venía para la cosecha.  Allí se daban cita las tonadas de gran parte del país: De Catamarca, Tucumán, Santiago del Estero, a veces correntinos. Peones golondrina. Algunos vivían en unas casitas, otros en un galpón grande. Para esa fiesta sacaban las guitarras, algún bandoneón y se cantaba mucho.  Me están haciendo acordar cosas que ni yo sabía que me podía acordar.  Las estoy “plumeriando”.

-Seguro que ese fogón guarda muchas nostalgias.

Allí nosotros siempre encontrábamos el lugar justo para cantar. A la noche se juntaban alrededor de un fogón y contaban cuentos de aparecidos. ¡Huy! Había uno llamado Esmeraldo Fuentes, criollo al que después le hice un relato, que se sentaba en un cajón con marlos y contabas esos cuentos, que te hacían morir de miedo si a alguien se le ocurría que vayas a buscar cualquier cosa al patio. Creo que en esos fogones empezaron a arder las ansias de querer ser cantor. No duró mucho esa vida, cuando tuve que ir a la escuela nos fuimos al pueblo primero, después un tío me llevó a estudiar a Córdoba capital, pero como sufre mucho la familia cuando por diversos motivos se empieza a desgajar, terminamos viviendo todos en la ciudad y allí cambió un poco la libertad.

-¿Nace primero el cantor, y después el escritor?

- Aunque con problemas  de notas.  Mi profesor Centeno me puso un 3 a las primeras octavillas que escribí para mi escuela. Pero supe reponerme rápido. En aquella época los géneros eran fundamentales.  Ahora le llaman poesía o poema a cualquier cosa, antes literariamente nos exigían mucho en la parte genérica, debía tener una estructura. Desde ese momento nunca dejé de escribir.

-¿Y el Hegard bailarín?

Cuando salí del seminario empecé a bailar, llegué a tener importancia en Córdoba.  Fui director del cuerpo estable de baile del teatro Rivera Indarte, con ellos bailé en muchos lugares importantes.  Dejé de hacerlo cuando vi una película “Zapatillas coloradas”.  Los que allí bailaban,  después fueron grandes bailarines del país. Los payasos convocan por la maravilla de hacer reír, pero una danza no es para risa, ella siempre es el preludio de algo. Me fui del teatro en el ´56 y de ahí en adelante empecé a bailar en las peñas  folklóricas cordobesas, donde me pagaban.  Recuerdo que pedía  permiso por una hora a las autoridades, salía al recreo y como las peñas estaban a 3 cuadras del colegio podía bailar sin problemas.

-Cuando empieza a hacer música.

-Estaba en el secundario, cuando Carlos, mi hermano empezó a hacer música.  A esas cosas fue lo primero que le puse letra.  Creo que lo primero fue a un bailecito que tiene una parte en quichua. Todos los que hice tienen la misma virtud en determinado momento, hasta aquel que no se ha cantado nunca por viejo, es el mejor par mí. Es como el pan, uno hornea y el que saca es el mejor.

-¿Qué motivo o a quien se quedó  con ganas de escribirle?

-Yo entiendo que todos los motivos que me han llegado a la manera que tengo de dar, a la riqueza de espíritu,  creo le he cantado a todos. Cuando canto temas de otros autores es porque yo no tuve tiempo de escribirle. Yo me siento más cerca de aquellos que incursionaron en una temática muy particular.  Esa fue la literaria folklórica.  Me identifico con Jaime Dávalos, Petrocelli, Tejada Gómez, al que conocí en el año ´53 cuando escribía los avisos en LT10 de Mendoza. La diferencia con él es que una cosa escribir con idea y otra con ideología.  En ese punto yo pienso que la estructura de la obra se desandamia, hace como la Torre de Pisa, se vuelca hacia un lado. La temática es el hombre, siempre el hombre rodeado de su entorno. Yo no entiendo el paradigma literario actual en lo erogenito.  Nuestro folklore carece de ello. Solo tiene una necesidad muy humilde pero muy cara para los valores y cara para lo económico.  Por eso se lo ha tratado de poner en una cosa productiva. Hace unos años creo que en el ´67 me llamaron para ser jurado en un festival, junto a Lázaro Flury y Hernán Figueroa Reyes, cuando se abren los sobres el primer premio quedó desierto.  Y allí vino todo un  problema del que tomaron asidero las empresas que habían hecho el festival.  Esa noche yo les dije –“Ustedes y yo tenemos que seguir siendo argentinos, no usar las letras de argentinos”-En ese momento seguí opinando cosas importantes para aquella época y tuve serios problemas con la discográfica. A mí no me interesaba tener un disco bajo el brazo, mi interés pasaba por otras cosas.

-Entre tantos caminos andados, seguramente se habrá encontrado con grandes músicos desconocidos.

- En la época nuestra había tremendos músicos.  Éramos “gorgojos de la pulenta”.  Gente que después de trabajar sus 8 o 12 horas, no podían salir.  Ellos habían perdido la libertad. Eran los pájaros ciegos que cantaban en la casa. Fíjense lo que pasa con Mendoza, después de Hilario Cuadros, no hubo casi nada, todo fue muy esporádico, pero si tiramos una guitarra seguro no va a caer en el suelo… seguro pasa lo mismo en san Juan. Lo que influyó en nosotros era la formación que daba la educación de aquella época.  Para mí es más fácil hacer un soneto que un poema.  Pero ahora hay un montón de sonetos que no son tal, tiene  14 versos pero carecen de la métrica, el acento o la estructura literaria propiamente dicha…lo más triste es que dicen que lo son. Nosotros leíamos a Juan Carlos Dávalos, Joaquín V. González, y también a los poetas del siglo de oro español.La generación mía tuvo un gran problema, no era fácil surgir, lo hicieron quienes podían pagarse sus cosas primeras. Los demás no.  Siempre la misma historia.  Cuando uno llega a viejo recién se da cuenta.

-¿Que opina de las grabaciones de sus temas hechas por jóvenes cantores?

-Hace unos meses en Córdoba me hicieron escuchar algunas.  Cuando me preguntaron si estaban bien, yo dije que para esta época sí. Pero yo sigo viviendo en la mía. Aunque viviera en esta seguramente la hubiera hecho a la canción de la misma forma, lo que cambió es la interpretación. Cuando nos juntamos varios compositores, alguno me dijo que debería haber prohibido la grabación.  ¿Y porqué? Si es una expresión y por lo tanto respetable. Lo que importa es que el cantor sepa donde está el punto de partida de eso. En especial en “Yo soy de aquel pago pobre”.  Por desgracia a pesar de los años sigue existiendo la miseria sin que nadie haga nada por su desaparición.  Una letra de gran contenido social, de calidad espiritual. Sucede que los que la escuchan tienen otro parámetro.  Más comercialidad que espiritualidad y calidad.

-¿Se siente pago en este camino del canto?

-Pienso que eso si no se da se pierde, es la moneda del alma.  En la vida las cosas que se cobran, se debe hacer para solucionar la necesidad no la vanagloria de la fama que es lo que hace la mayoría.

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