Aleteando en
su memoria está la sabiduría del pueblo arandú. Ariel Acuña,
musiquero canta a su pueblo y por su pueblo. Aunque tiene el
corazón repartido entre Paso de los Libres y Pueblo de La
cruz la nostalgia es una sola. Sus canciones cuentan de
siestas sombreadas de lapachos, anchos horizontes de monte y
río, cielos límpidos y el sentimiento chamamecero que le
corre en la sangre heredada y se prolonga en la de sus
hijos. “Pinturas” y “Días nuevos” son los discos en donde
ha podido plasmar su canto tan regional.
Vivo en Buenos Aires
desde hace 25 años, pero extraño a mí pueblo. Esos lugares
donde uno ha vivido la infancia, donde los recuerdos
afloran. Por suerte algo de la raíz está allá, así tengo un
pretexto para volver a Paso de los Libres. Mi madre vive
allí, de modo que con mi hermano Néstor tratamos de mantener
un vínculo muy estrecho.
-¿Cambió mucho
en estos 25 años?
-No. Yo digo siempre
que tengo dos amores hablando de mi Corrientes, mi ciudad
natal es Paso de los Libres y el pueblito donde me crié es
La cruz. Un pueblo de raíz jesuítica que tiene cerca de 500
años. Allí hice la escuela primaria, secundaria, me hice
músico y cantor. Todas las primeras experiencias que se
fueron dando en mi vida las experimenté en ese pueblo.
Después de la secundaria me cobijé en Paso de los libres con
el pretexto de seguir una carrera universitaria de Comercio
exterior, porque fue eso y nada más, al poco tiempo la
música me trajo para Buenos Aires. Evidentemente la
contabilidad no era para mí, esta carrera carecía de música
o poesía. A los dos años surgió la posibilidad de venirme a
la gran ciudad, donde me afinqué definitivamente.
De allá ité
-Un destino a
seguir perteneciendo a una familia de musiqueros en la
sangre y una herencia perpetuada en tus hijos.
-Claro, mis hijos
son cuarta generación de músicos. Los primeros que nos
hicimos profesionales fuimos Néstor y yo. Y posiblemente
ellos lo sean más que nosotros. Tenemos una raíz muy
musiquera. Mi abuelo materno tocaba el acordeón de dos
hileras, se llamaba Braulio Manuel Miño. Yo siempre
cuento que en su casa muy grande y humilde, con Néstor nos
recostábamos en el horcón central de la sala a escuchar
embelesados al abuelo. Lo perdimos cuando yo tenía 11 años
pero me quedó ese recuerdo maravilloso que me llevó a
componer una canción a su memoria “El abuelo Braulio” A
partir de sus 10 hijos, hermanos de mi madre de los cuales 3
fueron músicos: un guitarrista y cantor y dos acordeonistas.
Mi tío Pedro acordeonista tenía un conjunto para tocar en
los bailes y Juan Bautista fue nuestro compañero y amigo,
muy jovencito participaba de nuestro grupo que se llamaba
“The lucky boys”.
-Nada
folklórico… (Risas)
-No, hacíamos lo que
acá se llama “covers”, una música de moda para bailar en los
distintos lugares donde se reunía la juventud. Ese
conjunto estuvo integrado por Néstor desde sus 11 años y yo
un tiempo corto.
- ¿Ese fue el
comienzo?
- En realidad el
comienzo como cantor me lo enseñó mi padre Ramón Acuña,
porque prácticamente desde los 6 años me empezó a encaminar
por la música del litoral.
-¿A que se
dedicaba tu padre?
-Era prefectuario,
debido a su trabajo fuimos a vivir a La cruz, se nos dio la
maravillosa oportunidad de criarnos en medio de la
naturaleza, monte y río, bajo un cielo brillante, aprendimos
a pescar, a cazar, tuvimos una infancia muy feliz,
despreocupada. Compartía mucho con el, cada vez que yo
pergeñaba algún verso se los mostraba, alguna cosa aprobaba,
otra no tanto, también compartimos algunas canciones. La
impronta autoral me nace de él. Es autor de lo que con los
años se transformó en el himno del pueblo de La cruz. En
este disco hicimos las pistas para que el pueda grabarlo y
el destino no me dio tiempo…falleció hace 2 años. De todos
modos la grabé, como homenaje. Cualquier persona del pueblo
te recibe o te despide con esa canción. Cuando actúo en el
pueblo no la canto, dejo que la gente lo haga.
-Esa infancia
que hace a un hombre añorador.
-Seguro, por eso
creo que mi primer disco Pintura está dedicado a esos
momentos. Papá me enseñó seriamente. Tuve la experiencia
de cantar en todos los actos escolares, él me preparaba
canciones alusivas a cada uno, para San Martín, Belgrano, el
día de la raza el día de la tradición donde también
declamaba. En la primaria lo hice solo pero después me
acompañaba Néstor con el piano.
-¿Con piano?
-Sí, antes de ser
acordeonista él fue pianista. Empezó a tocar el piano a los
10 años en La cruz cuando papá tomo la intendencia de un
club muy viejo que había en el pueblo, donde desde épocas
mejores conservaba un viejo piano, bastante desafinado pero
que servía para ejercitarse. Ahí empezó a aprender las
primeras notas, ejecutaba canciones pero no sabía en que
tono, así que yo tocaba mi guitarra y le decía estás tocando
en “la“ por ejemplo, así fue aprendiendo.
- ¿A que edad
comenzás a cantar con tu papá?
-A partir de los 12
años. En dúo o en conjuntos que armaba para salir a
musiquear. Me empieza a llevar a los bailes orilleros,
algunos se hacían en las casas, otros en el campo, para un
cumpleaños, boda, algún santo, o simplemente un festejo,
bastaba solo un buen patio. Eso nos dio un ejercicio
impresionante, porque tocábamos toda la noche sin parar,
cuando había amigos musiqueros nos reemplazaban un poco,
pero cuando faltaban era un problema porque si parábamos 10
minutos los paisanos empezaban a preguntar que pasaba, donde
estaban los músicos. El trío estaba formado por papá,
Honorio Zerpa y yo. A veces Honorio era reemplazado por
Orlando Piris, una leyenda en Yapeyú. A los 14 años empecé a
tocar con Julio Lorman, el hijo dilecto musical de Don Isaco
Abitbol. Ellos y Roberto Galarza formaron el famoso “Trío
de oro” del chamamé. Por ese motivo tuve la posibilidad de
compartir muchas experiencias junto a don Isaco.
-¿Que te
dejaron esas experiencias?
-Soy muy orgulloso
de haber aprendido muchas cosas de don Isaco, en primer
lugar la humildad inigualable, una bonhomía increíble,
maravillosa, en consecuencia eso hacía que no funcionara de
una manera profesional como lo hacían otros artistas. El
siempre estaba dispuesto a invitar a la muchachada a tocar
mientras tomaba su vinito. Aunque vivía en Posadas, la
empresa de colectivos lo auspiciaba con pasajes gratis, así
que muy seguido, se levantaba temprano y para el mediodía
estaba en Paso de los Libres en la casa de Lorman o la
nuestra y allí se quedaba.
-¿Que edad
tenías cuando debutaste en Cosquín?
-Cuando cumplí 16
años, fui con el conjunto formado por papá y Honorio Zerpa
habíamos ganado el Festival provincial de folklore de Santo
Tomé, tuvimos la posibilidad de representar a Corrientes en
Cosquín. En el ´78 fue la última vez que concurrieron
delegaciones provinciales, de tal manera ya no se
concursaba, eran simples actuaciones. Pero eso no importaba,
la satisfacción de pisar el escenario mayor me dio una
experiencia increíble.
-¿Cuando
forman dúo con Néstor?
-En la escuela
secundaria, empezamos a hacer música de todo el país, nos
presentábamos simplemente como “Néstor y Ariel”, en los
actos escolares éramos número puesto, nos trajo muchas
satisfacciones, pero llegó el momento que nos quedó chico el
ámbito, ya habíamos tocado en todos los lugares habidos y
por haber.
En los pueblos se
canta todo tipo de música, ya sea serenata, tango, melódico,
o folklore.
De serenata
por el puebl
-¿Se sigue
manteniendo la institución de la serenata como lo hace Cuyo?
-Aisladamente se
encuentra gente que brinda serenatas. En La cruz nosotros
teníamos gente del pueblo que les encantaba, así que
recibíamos los premios con mucha alegría.
-¿Como era
eso?
-Cuando cursábamos
la secundaria nocturna, nos juntábamos en la casa enorme de
un compañero después de clase, el único que vivía solo, dos
o tres noches por semana para guitarrear, cocinábamos unos
guisos riquísimos y cuando llegaban las 2 de la mañana
salíamos de serenata porque había que recaudar mercadería
para el guiso siguiente de las casas agasajadas.
-¿Te acordás
de algunos nombres?
-Sí, Marcelo Coutiño,
el doctor Ballester, cirujano del pueblo, los Susini, los
Branchi pero la mayoría pertenecían a las familias Toledo o
Coutiño, a veces dentro de ellas había alguna noviecita a la
que le llevábamos la serenata, alguna vez hasta llevamos un
piano arriba de la camioneta
Los
primeros año
-¿Que te
decide venir a Buenos Aires?
-El hecho de haber
agotado las posibilidades de crecimiento dentro de nuestro
ámbito, sentíamos con Néstor que era hora de salir a probar
otros escenarios. Yo fui el primero que tomo coraje, allá
por el ´83, me vine con una guitarra “Yamaha” acústica de 12
cuerdas bajo el brazo y recalé en el ámbito de lo pubs, muy
de moda en ese momento. Allí cantaba canciones de Víctor
Heredia, Trelles, Cortéz, etc. Así sobreviví 2 años, pero
el chamamé estaba siempre latente. Así que al terminar de
cantar en esos reductos me iba a las peñas del Palo
borracho o La cuesta, con mucha presencia en la década del
´70 y me daba el gusto de cantar la música que me llenaba el
alma.
-¿Cuándo
aparece Teresa Parodi en tu vida musical?
- En año ´85, ella
había ganado Cosquín y en marzo saca el disco. A través de
un pariente me contactan, porque estaba necesitando músicos,
así que me integro al grupo. Mientras yo empezaba a tocar
con ella aparece Néstor de visita en Buenos Aires con la
firma idea de quedarse en la ciudad. Con Teresa tocaba un
chico bandeononista muy talentoso que tocaba muy bien tango,
pero no le agarraba el ritmo del chamamé. Ella que ya
conocía a Néstor como pianista me preguntaba como era
posible no sepa tocar el acordeón. Pasado un tiempo lo
charlamos con él, y entendió que si quería quedarse tenía
que ver la posibilidad de tocar con Teresa. Como en el gran
Buenos Aires había un fabricante de acordeones, amigo de la
infancia de papá, don Simón Ocampo, lo contactamos y nos
prestó un instrumento. Con él Néstor aprendió solo de
atrevido nomás, a los 15 días de tenerlo hizo la primera
actuación con Teresa. Por suerte eran solo 4 o 5 temas,
los sacó, por supuesto que hasta varios meses después jamás
tocó los bajos de la mano izquierda (risas) era más fácil la
digitación con la derecha porque estaba acostumbrado al
piano. A partir de ese momento Néstor se hizo uno de los
grandes acordeonistas nuestros, por supuesto nunca dejó de
ensayar en piano, y es un excelente arreglador. Como yo
otros artistas confían plenamente en sus arreglos
musicales.
- ¿Cuándo nace
Ariel autor – compositor?
Desde chico. Mi
primera canción la hice a los 13 años, era un vals
dedicado a mi madre Carmen, muy simple y emotivo, las letras
que uno puede escribir a esa edad.. Después por esa cosa de
la adolescencia y los primeros amores empecé a componer
canciones de corte melódico, amorosas. No soy un compositor
que saca canciones todos los días, tampoco tengo tantas,
porque tengo muy fuerte la crítica. Solamente salen a la
luz aquellas que me gustan como quedaron. Me encanta la
autoría, tengo muchas poesías escritas, tal vez algún día se
me brinde la posibilidad de editar, o sirvan para
musicalizarlas.
-Todos estos
años acompañado de tu padre o tu hermano, ahora es el turno
de tus hijos.
-Sí parece ser que
tienen talento y gusto por esta música. Rocío de 12 años
canta y Leonardo con 10 años toca acordeón y canta,
empezaron de 5 y 4 años respectivamente. Yo no les exijo
nada, ellos son los que deciden cuanto quieren estar con la
música. Leonardo tiene un pianito en casa y saca melodías,
no se abocó a estudiar pero el talento está. Rocío tiene muy
buena voz, los amigos me incitan a ver la posibilidad de
hacer algo con ella, pero yo no quiero forzarlos a estar
todo el tiempo con la música. Mi único consejo es que hagan
cuando quieran música, pero siempre con responsabilidad. Si
van a estar en un escenario que siempre sea así:
responsablemente.
Días nuevos
-¿”Días
nuevos” es tu segundo disco?
-Sí, sale con un
espacio de años bastante prolongado del primero, a
“Pinturas” lo saqué en el año ´91. Todo el tiempo
transcurrido al intermedio me costó horrores grabar. No sé
si fue por buscar todo el tiempo una compañía discográfica
que edite estas cosas, desdeñando la posibilidad de sacarlo
a nivel independiente. Con el tiempo me he dado cuenta que
también se pueden hacer muchas cosa importantes desde ese
lugar, así que no lo pensé más y me decidí.
-¿Donde
hiciste la presentación?
-En el Centro
nacional de la música, lo presenté el 2 de julio pasado a
través de un programa de presentaciones de discos a nivel
independiente que esta llevando a cabo la Secretaría de
cultura de la Nación, patrocinado por ellos. Para mí fue
una ayuda espectacular, coronar un trabajo de 2 años entre
grabación y edición, fue muy emocionante.
-¿Quienes te
acompañan en “Días nuevos?
-Muchisimos músicos,
quienes generosamente han querido participar en el disco:
Ernestito Montiel en un clásico de don Ernesto “Villanueva”,
Franco Luciani, Lalo Romero, Néstor, Rocío y Ariel Acuña.
Lucas Bianco, Antonio Núñez, Javier Acevedo, Mono
Insaurralde, Jorge Gordillo, Juan Colombo, entre otros.
. He tenido la
suerte de componer una chamarrita que da origen al título
del disco “Los días nuevos “, con letra de Teresa Parodi y
música mía, donde Teresa me acompaña. Con Mónica Abraham
hemos podido hacer una buena versión del “Cristo de los
villeros”.Todos los artistas pertenecen al canto con
fundamento, me hacen sentir muy orgulloso que hayan
compartido conmigo este trabajo.
-¿Qué
diferencia encontras entre el primer y el segundo disco?
-La diferencia es
que en aquel me jugué a poner solo canciones de mi autoría
salvo dos una perteneciente a Mario Bofill y otra a Guado
García. En este disco nuevo prácticamente la mitad de las
canciones son emblemáticas para mí, me marcaron muchísimo,
incluí dos canciones de mi padre, responsable de esto que
soy “Ciudad de la Cruz” y “Soy montaraz” y la otra mitad
son de mi autoría.
-¿Qué autores
elegiste?
-No me privé de
nada, Don Osvaldo Sosa Cordero, Damasio Esquivel, Mateo
Villalba, Teresa Parodi, Zito Segovia, Pocho Roch, Ernesto
Montiel, Rosita Minué, Guillermo Barufaldi y Yemilla
Manssur.
-Dentro de ese
ramillete de canciones está “El sol de los cielos límpidos”
de tu autoría, finalista del concurso del Festival de
Cosquín.
- Sí.,
esta canción me ha dado una emoción enorme al salir
finalista porque nace de una tremenda nostalgia. Un suceso
que viví caminando por el micro centro de Capital Federal,
como tantas veces lo he hecho, una tarde miro hacia arriba a
mi alrededor y veo el cielo pequeñito debido a tantos
edificios comparado con el cielo que entoldaba mi pueblo,
enorme con el horizonte enmarcado por el monte y el río, la
inmensidad invitaba a contemplarlo, tanto en Paso de Los
Libres como en La cruz, todos esas sensaciones puede
volcarlas en la canción.
-¿Cómo te
manejás con la distribución del disco?
-Con dificultades
como es de esperar. Estoy tratando de conseguir una
distribuidora. No es tarea fácil, pero confío que en algún
momento aparezca.
-Corrés con
gran ventaja para escribir chamamés, al haber conocido esos
bailes orilleros, donde seguramente nació esta música.
-Puede ser que sea
un elemento que se vuelva en contra al grabar discos,
justamente por ser tradicional, con fundamento. Creo que
cuesta un poco por eso, y si es así que me cueste.
Pertenezco al grupo que nos consideramos comprometidos con
la temática y sobre todo con la estética en cuanto al
trabajo que hacemos. No debemos resignarlo en pos de lo
comercial aquello que consideramos el buen decir, el realzar
y dignificar la música nuestra, amándola más allá de los
costos…Aunque nos cueste muchísimo que nos editen y
distribuyan las discográficas. Yo considero que la obra
tiene un fundamento muy fuerte y eso no se debe perder. No
negociarlo, por ahí pasa la cuestión.
-¿Pensás que
está faltando escenario para el chamamé tradicional, en pos
de un nuevo estilo que a veces solo lleva el título nada
más?
-Yo siento que falta
escenario para el tipo de música del litoral. Algunas
veces, y esto es más allá de lo agradecido que me siento con
los difusores que la pelean junto a nosotros, siento no sé
si llamarlo discriminación o falta de interés por esta
música.
- ¿Cómo si
fuera un género menor, siempre aclaran folklore y chamamé?
-Sí, yo
pienso que eso se ha dado a través del tiempo por la fuerza
que tiene esta música. Es que el chamamé es una forma de
vida, de sentir de la gente del pueblo, ni hablar del
músico, al igual que la chacarera en Santiago, la cueca en
Mendoza o la zamba en Salta o el tango, ese sentimiento del
porteño. Es una música muy joven. Queda mucho por hacer. Yo
siento que mi música es tradicional pero me creo capacitado
para hacer alguna canción moderna dentro del género sin
perder la esencia. Una gran orquesta del Colón o la
filarmónica pueden tocar un chamamé debido a sus formas
melódicas, ellas se prestan muchísimo para que se exprese un
violín, un chelo un saxo. No es un género menor, pero para
realizarlo tenemos que sacarnos un poco los prejuicios,
dejarnos llevar por la música nomás, tiene muchas
posibilidades musicales sin perder el respeto, si no se
corre el peligro terrible de salirse de la senda de esta
música. Así como mis hijos responden que quieren cantar
música del litoral cada vez que les pregunto, hay un montón
de jóvenes que estudian. A diferencia de anteriores
generaciones de chamameceros de oído, intuitivo, es probable
que con el estudio se abra el abanico con esa capacitación.
Yo sé que soy limitado al no haberlo hecho. Por suerte hay
muchas escuelas en la provincia desde donde egresan con una
buena base. Al final de cuenta, esos chicos tienen la
posibilidad de hacer música en guitarreadas y encuentros
para pulirla. Hasta hace 2 años se venía haciendo la Feria
del libro y la cultura del MERCOSUR, en la que hemos
llevado, digo así porque me he sentido parte de la
organización músicos de importancia nacional para que la
gente los conozca y los músicos regionales puedan compartir
escenario. Eso hizo de la feria un encuentro maravilloso.
-¿La vera del
río Uruguay es una barrera cultural o un puente tendido con
el vecino país?
-Sin dudas un puente
que nos une, convivimos muchísimo con los músicos
brasileños, como si Río Grande do Sud fuera Corriente,
tienen la misma esencia, la misma fuerza del correntino, que
defiende su raigambre, son muy gauchos, muy fanáticos del
chamamé. Ellos realizan varios festivales donde son
reclamados los músicos correntinos. Así como ellos vienen a
nuestra provincia los nuestros son famosos como por ejemplo
Lucio Yanel, una guitarra excepcional y su hijo Yamandú
Costa hoy por hoy el mejor guitarrista del Brasil hace
música regional gaúcha y los chamamés están siempre
presentes en el repertorio. Tal vez nuestros vecinos amen y
tengan más conocimiento de nuestra música y sus ejecutantes
que nosotros mismos.
-También te
has lucido como invitado
. Con Mateo he
hecho un trabajo en su disco “Pueblo de camino largo” donde
están incluidos los grandes cantores de Corrientes como
Mario Bofill, Amandayé, Cacho Espíndola, Bocha Sheridan,
Cacho Saucedo. Por lo tanto me he sentido muy honrado de
participar, y del que guardo recuerdos maravillosos porque
lo hemos presentado por distintos escenarios durante dos
años.
-Sos conciente
de tu lugar en la urdimbre musical
-Sí, sé que formo
parte de los músicos que están entre los subterráneos y los
famosos, ni tan famosos ni tan desconocidos, somos muchos
los que somos luchadores empedernidos, populares no
populosos, pero orgullosos de no conceder nada, haciendo
nada más que buena música, sin hacer concesiones a la hora
de ofrecernos al público. Creo firmemente que las propuestas
musicales valen mucho más que hacer música ya
establecida.